En el corazón de San Francisco, donde las culturas se entrelazan y las tradiciones prosperan, Lidia Soto se erige como un pilar de la herencia afroperuana, una educadora apasionada y una defensora dedicada de las artes. Su trayectoria, profundamente arraigada en la música y la danza, refleja un compromiso de toda la vida con la preservación y celebración de las ricas tradiciones de sus antepasados.
Nacida para bailar: un legado en movimiento
Lidia Soto nació en una familia de músicos y artistas en Lima, Perú, donde los ritmos vibrantes de la música afroperuana eran una forma de vida. Según su madre, Lidia bailaba antes de poder caminar. Aprendió a mover los hombros gracias a su madre y desde muy temprana edad estuvo inmersa en las tradiciones afroperuanas. Su hermana, Susana, dirigía una organización de danza y Lidia siempre fue parte activa de ella, perfeccionando sus habilidades y profundizando su relación con sus raíces culturales.
La construcción de un centro cultural en los EEUU
En 1994, Lidia siguió los pasos de su hermano Juan Soto y se mudó a los EEUU con una visión: crear un espacio donde la cultura peruana pudiera prosperar y ser compartida. Desde el principio, ella y su hermano anhelaron establecer un centro cultural que sirviera como puente entre generaciones, asegurando que las tradiciones afroperuanas no se perdieran en la diáspora.
Ese sueño se hizo realidad en 1995 con la fundación de TPCC (Taller de Proyección Cultural Peruana). Como cofundadora y subdirectora, Lidia asumió múltiples roles (coreógrafa, administradora, coordinadora de voluntarios) y puso todo su corazón en cada aspecto de la organización. A través de TPCC, ha brindado programas de danza y música para personas de todas las edades, inculcando orgullo por la herencia peruana y fomentando un sentido de pertenencia dentro de la comunidad.
Un legado de celebración y comunidad
Uno de los logros de los que Lidia está más orgullosa fue el lanzamiento en 1999 de Lidia de Oro, la primera competencia de danza afroperuana en los EEUU, que atraía a concursantes de Nueva York, Los Ángeles y otros lugares. Este hito marcó el nacimiento de una organización sin fines de lucro dedicada a promover la cultura afroperuana, una misión que ella y Juan han defendido incansablemente desde entonces.
Para Lidia, el Carnaval de San Francisco es el momento más destacado del año. Es un momento en el que toda la comunidad se reúne para celebrar su riqueza cultural con música, danza y alegría. Ella aprecia la forma en que los padres y las familias se unen para apoyar a sus hijos, lo que refuerza la importancia de la educación cultural.
Creer en el poder del arte para las generaciones futuras
Lidia cree firmemente que las niñas y los niños necesitan el arte, especialmente tras la pandemia de COVID-19. A través de su trabajo, se asegura de que la juventud no solo experimente la alegría de la danza, sino que también comprenda la profunda historia que hay detrás de ella. Está convencida de que al enseñar las tradiciones afroperuanas, está dejando un legado para las generaciones futuras, ayudándolas a mantenerse en contacto con sus raíces e identidad.
Como una de 13 hermanos, la familia de Lidia sigue siendo el centro de su vida. Está inmensamente orgullosa de su hija, que actualmente está cursando un doctorado en psicología, otro testimonio de los valores de la educación y la perseverancia que defiende.
A pesar de los desafíos que implica administrar un centro cultural, Lidia Soto se mantiene firme en su misión. Su trayectoria es una de resiliencia, pasión y un compromiso inquebrantable con su herencia. Gracias a sus incansables esfuerzos, la cultura afroperuana sigue floreciendo en San Francisco, inspirando a innumerables personas para acoger y celebrar sus raíces.
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